A Enrique González Noyola
Para entonces
transitaba un desierto mi alma peregrina
en mis pasos
dejaba de mi soledad, las huellas
de mi mar de
dudas, vientos diferentes en su oleaje
vislumbraba
anhelante un nuevo destello en mi peregrinaje
percibía
esperanza, presentía la cercanía de mi compañero de viaje
deseando
encontrar mi propio oasis, en mi espejismo creía ver las palmeras
salía de aquellas
arenas, encontraría el pozo y junto a él, la certidumbre,
el consuelo y la paz.
Llegaste en el mejor tiempo, en silencio; sabio
y persuasivo
un encuentro
inesperado que transformó mi vida
que calmó mi sed
y cobijó mi alma de ternura.
una alianza del
tiempo que logró despertar lo mejor de los dos.
tu fortaleza y templanza
junto al ímpetu de mi alegría, por compartir juntos
instantes
valiosos de una misma historia.
la amistad que
poco a poco se convirtió en amor.
una gracia, un
regalo divino en el tiempo señalado
como el mejor
vino, llegaste a mi vida para cambiar mi sino.
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